Cuando
el general Pinochet entró a la Clínica de Londres, el memorable día de 1998 en
que la justicia española lo reclamó a juicio, no sabía él que se trataba de un
hospital de lunáticos. En el jardín interior vio a unos señores ingleses que
paseaban en silencio. Se acercó a uno de ellos, y le dijo:
-Buenos
días -y le tendió la mano-. Soy el general Pinochet.
El otro
se la estrechó, lo miró a los ojos, y respondió:
-Yo
también soy el general Pinochet.
Sonrió
de manera apacible y le dijo que eran hermanos entonces, pero que no lo
recordaba pues nunca le habían contado que su gemelo había tomado otro rumbo y
que ahora estaba feliz de volver a verlo .
No hay comentarios:
Publicar un comentario